Mi primer acercamiento a la música relacionada con Alianza Lima fue cuando vi en la televisión, por los noventa, a Pepe Vásquez y Lucila Campos cantando Gallo Negro en el programa de La Chola Chabuca. Me impactó bastante ver cómo, con solo un cajón y guitarra, podían armar una fiesta. Yo era niño, no entendía que hablaban de Alianza Lima, pero esa escena quedó grabada en mi cabeza. Años después, ya como hincha, descubrí que esa canción tenía un vínculo fuerte con el club.
Después entendí que mi vínculo con Alianza también era visual. Soy fotógrafo, me comunico por lo visual, y la primera vez que fui al estadio fue porque un amigo, el Chino Lock (Hugo Lock), me llevó. Fuimos a Oriente, y desde ahí se veía todo Comando Sur. Esa imagen de gente cantando, saltando, todos vestidos de azul… fue como una fotografía que no se me fue nunca. Y claro, ahí me di cuenta de que no era solo visual. También había sonido, había ritmo, trompetas, bombos y hasta tarolas. No entendía las letras, pero la energía de ese momento, hace 15 años, no se olvida.
A la hora de escuchar música, no me fijo en el estilo; solo me dejo llevar por lo que me hace sentir algo o no. Ya conocía lo básico del rap peruano, como Rapper School, donde DJ Deportado hace los beats y Norick y Warrior rapean. Pero no sabía que Warrior era hincha de Alianza Lima y le dedicaba rimas al club. Gracias a él descubrí a otros artistas como Nero Lvigi o Blaximental, que también le rapean a Alianza.
Las letras de canciones comoAlianza Corazón (Blaximental), Comando Svr(Warrior) y Ciudad de los Reyes(donde aparecen Warrior, Nero Lvigi y Blaximental) mezclan la calle, lo criollo y la identidad blanquiazul. Son parte de una nueva camada de hinchas que está construyendo cultura desde lo musical. Sangre joven que, tal vez inspirados enl gran Nicomedes Santa Cruz, también hincha aliancista, está rimando, contando historias y dejando memoria.
Ellos riman del Fokker, de los potrillos que están en la gloria como Baylon, del descenso, del padre que te llevó por primera vez al estadio, sobre el juego quimboso, pero todo desde el rap. Es fuerte, tiene calle, historia, cultura, pero sin dejar la tradición.
Alianza Lima descendió en el año 2020, aunque muchos hinchas, cegados por la pasión, no lo acepten. Se perdió en cancha y Alianza Lima termino último en el acumulado del campeonato, aunque luego el TAS falló a favor de Alianza por un proceso administrativo. En el último partido, Alianza Lima, donde estaba obligado a ganar para salvar la categoría, Carlos Ascues, mal apodado «El Patrón», como el gran José Velásquez. Dejó que le gane el egoísmo y, en vez de permitir que otro patee el penal, ya que él estaba lesionado, decidió hacerlo y fallarlo. Cerrando un 2 a 0 frente a Sport Huancayo y sentenciando al equipo al último lugar de tabla del campeonato y por consecuencia al descenso.
Ascues tenía todo para ser un destacado en el fútbol: talla, fuerza, pero no de profesionalismo. Prueba de ellos en vez de asumir una postura de respeto a los hinchas de que, después del descenso, salieron unas imágenes donde se le vio tomando alcohol. La actitud de este jugador fue lo que se vivió dentro de la institución Blanquiazul todo el año. Malos manejos directivos pasando por alto compartimientos egoístas de jugadores indisciplinados.
Ese nefasto, el 28 de noviembre de 2020, dentro de lo caótico de la pandemia, en vez de sentirme triste, nunca perdí el orgullo por el club; al contrario, fue cuando más me sentí hincha. Jefferson Farfán y Hernán Barcos firmaron por el club al año siguiente, sabiendo que había la posibilidad de que Alianza jugara en segunda. En el caso de Farfán, el diez de calle, uno de los últimos potrillos con sangre Blanquiazul que regresaba al club para sacarlo de un deceso merecido en lo futbolístico pero doloroso para los hinchas. Y Barcos, goleador de diferentes ligas y campeón de la Recopa Sudamericana con LDU de Quito, que a base de goles se ganó a la hinchada victoriana. Alianza campeona en el torneo clausura y llega al play-off junto a Sporting Cristal, que había campeonato el torneo apertura. En el partido de ida, Hernán Barcos marcó un golazo jugando en pared con el Wilmer Aguirre.
Un año después del descenso, el 28 de noviembre del 2021, acompañado de mi padre y Joshua, mi mejor amigo y compañero de partidos en Matute. A ver a Alianza sacarse la mochila pesada del descenso en el Estadio Nacional. Mi padre, de 73 años en ese momento, se escapó de la casa como niño, diciendo que se iba a otro lado con tal de ir con nosotros al estadio. Ya que mi mamá no quería que se arriesgara por un equipo, ya que la pandemia por Covid aún estaba en el ambiente. Fue raro entrar a un espacio abierto después de tiempo y ver personas con mascarillas. Nos fuimos directo a la tribuna Norte, pegaditos a Oriente. Comando Sur, la barra popular de Alianza, no tenía sus bombos ni las miles de voces que cantaban como era de costumbre. A falta de ellos, mi padre, Joshua y yo cantábamos «Pongan huevos, huevos aliancistas, pongan huevos que tenemos que ganar». Es algo que repetíamos para que el nerviosismo y la ansiedad no nos ganen.
Al costado nuestro había un joven con su madre al lado. Él alentaba con todas las fuerzas que salían de su pulmón. Pero su madre estaba sentada con un rosario entre las manos. Y cerraba los ojos cada vez que había un tiro directo al arco de Ángelo Campo. Tratando de buscar en sus oraciones que ese balón no sea gol. Debajo de nosotros había un niño con autismo y con cierta rigidez en las manos. Tenía una estampita plastificada Señor de los Milagros, que cada cierto tiempo la besaba o se la ponía en la frente. El ese silencio había en la tribuna que mataba la esperanza, la cual se diluía en los miedos más profundos del pueblo blanquiazul. Pero verlos a ellos la señora y el niño, me devolvieron la paz, me devolvieron la fe.
Tanto se habló este año y fuimos poco a poco siempre humildes… 28/11 Salimos Campeones 2021. #ArribaAlianza#AlianzaCorazon y los demás? sigan arañandose ⭐ 25 ⭐
El partido terminó sin goles, pero fue suficiente el 1 a 0 de ida. Mi papá, con el cual nunca había ido al estadio, se quitó la mascarilla, gritó un ¡Arriba, Alianza, ¡toda vida! Abrazándose con cualquier extraño igual que yo, sin importar que la pandemia seguía siendo mortal en aquel momento. Hernán Barcos levantó a la Foquita Farfán en hombros, al último ídolo blanquiazul formado en las canteras aliancistas. Y todos los hinchas pudimos agradecerle, con lágrimas en los ojos, por habernos sacado del descenso y habernos llevado de vuelta a la gloria. Sé que esto que escribo siempre va a estar en mi memoria. También sé que mi padre en algún momento va a dejar este mundo. Pero cada vez que recuerde este momento lo haré con una felicidad infinita al mirar al cielo cuando él ya no este. Y como dice Blaximental en su canción Alianza Corazón “Que en la otra vida Dios también me dé al mismo padre, para ser de Alianza otra vez.”
Tenía 13 años cuando, al encender el televisor la mañana del 1 de enero del año 2000, lo primero que vi en las noticias fue el accidente de un futbolista de Alianza Lima y la imagen de un auto totalmente destrozado. En esa época aún no era tan hincha como lo soy ahora, pero recuerdo claramente a mi abuela, la cual estaba a mi lado diciendo casi llorando: “Pobre muchacho, era muy joven para morir”.
Por mi edad, no viví directamente la tragedia del accidente aéreo del Fokker en 1987, pero la muerte de Sandro Baylón me marcó de una manera fuerte, y podría decir que fue uno de mis primeros acercamientos al amor que tengo por Alianza Lima, ya que sentí como si hubiera perdido a alguien cercano. Sandro, con apenas 22 años, murió esa madrugada a las 5:45 a. m., cuando se estrelló con un poste a 130 km/h en una de las curvas de la Costa Verde, en el distrito de Magdalena. Se distrajo al contestar una llamada, iba sin cinturón de seguridad; su muerte fue instantánea.
Sandro Paulo Baylón Capcha nació el 11 de abril de 1977. Sobrino del jugador aliancista Julio Baylón. Su afición lo llevó a representar a varios equipos del barrio que lo vio dar sus primeras jugadas, Payet, en Independencia. Luego ingreso a las menores de Alianza Lima, donde fue enviado a foguearse al equipo cañetano Bella Esperanza de Cerro Azul, el cual era filial de Alianza Lima. Equipo en el que destaco por su fútbol y con el cual llego a pelear el título de la Segunda División. Estas buenas actuaciones hicieron que el DT de Alianza, Jorge Luis Pinto, despertaran su interés en él y lo incluyera en el equipo campeón de 1997. Su debut se dio el 20 de setiembre de ese año a los 19 años.
Baylón destaco por su presencia física, midiendo 1.85 metros, y su potencia en el campo. A pesar de jugar como defensor central, logró anotar 11 goles en 95 partidos disputados entre las temporadas 1997 y 1999, demostrando su capacidad ofensiva. Sus destacadas actuaciones tanto en la liga local como en la Copa Libertadores de 1998, donde fue titular en enfrentamientos importantes contra equipos como River Plate, Peñarol y Colón, contribuyeron a que Alianza Lima avanzara hasta los octavos de final de la Libertadores. Estas actuaciones llamo atención del Werder Bremen de Alemania, donde jugaba su excompañero Claudio Pizarro. Los que les llamó la atención de Baylón fue su capacidad de adaptarse a diferentes posiciones, su fuerza, juego aéreo y su facilidad de incorporarse al ataque.
Las conversaciones ya estaban avanzadas y el defensa peruano se iba a incorporar al equipo alemán en febrero de 2020, luego de finalizar el campeonato Preolímpico Sub-23. Pero la desgracia hizo que “el Mudo”, como lo apodaron sus amigos por su timidez, no pudiera cumplir su sueño de jugar en Alemania. Sin embargo, Sandro se convirtió en un ídolo para el pueblo Blanquiazul. Su nombre quedó inmortalizado en murales, camisetas, canciones y en el bombo más grande de Sudamérica, conocido como “Sandrito”. Incluso, hay un estadio en su barrio Payet que lleva su nombre. La muerte de Sandro no solo dolió por lo temprana que fue, sino porque con él se fue también la ilusión de ver a un potrillo triunfar.
¡Bienvenido, hincha blanquiazul! El que sabe que si no sufre no es aliancista. El que ha vivido descensos, el que ha llorado por la muerte de los potrillos y de Sandro Baylon. El que vio al Nene Cubillas y a la Foquita Farfan sacarnos campeones cuando Alianza Lima más los necesitaba, demostrando que abandonar a este club es solo para cobardes.
Pasión Blanquiazul, no es una página cualquiera, es un espacio para contar la historia de Alianza Lima, desde la voz de la gente que lo vive con pasión y corazón. El hincha que está entre los 35 y 40 años, que gasta dinero yendo al estadio, y no le importa llegar a fin de mes ajustado. Con tal de saltar, gritar y tener al Comando Sur a su lado.
No importa dónde naciste, si la camiseta te atrapó, ya eres parte de esta familia. Aquí conocerás a los viejos íntimos que vistieron la blanquiazul, y a los ídolos de hoy, hombres quimbosos que dan la vida y el corazón. También hablaremos de cultura; en octubre, la camiseta se vuelve morada por la devoción al Señor de los Milagros. De esa riquísima sopa seca que se come en el estadio preparado por unas hermosas manos morenas. Por eso te invito a que comentes, leas y compartas esta pasión blanquiazul para que todos podamos sentir a Alianza Lima desde su gente.