Cada vez que voy al estadio me acuerdo porque soy Aliancista, es decir, las primeras veces tenía miedo de estar ahí, ocultaba mi billetera o mi celular. No es que ahora no la haga, solo que ahora lo hago más por precaución que por miedo. Matute es mi lugar seguro, y ver un partido es el momento de mi vida donde solo Alianza Lima existe en mi cabeza. Y solo estoy atento a 22 individuos corriendo detrás de un balón, algo tan simple y tan ilógico que a veces es tan difícil explicárselo a mi novia. A veces soy como Castillo cuando empecé esta web medio desordenado y haciendo todo a la fuerza. Haciendo una jugada más cuando no había necesidad. Rebuscando datos como goles, fechas o hasta momentos en la vida de jugadores que no llegue verlos patear una pelota en vivo. Siento que la Pasión Blanquiazul no puede ser forzada a ser una página de datos históricos que en vez de sumar al contenido terminen siendo un copia y pega de cualquier web aliancista. Ver a jugar Alianza Lima el miércoles pasado ganándole 2 a 0 a Gremio, fue rencontrarme con lo sencillo, pero funcional y esa es la dirección que lo pasional debe tomar. El primer gol de Gaspar Gentile contra los brasileros fue eso, fue pasión al futbol, fue nunca rendirse y volverse a parar. Fue jugar de toque a toque, fue jugar un futbol sencillo, pero lo hermoso está en lo simple. Y a veces escribir un artículo lleno de datos le quita la Pasión Blanquiazul a todo lo escrito. Pero el gol de Castillo fue a lo que quiero llegar con esta web, entrar con fuerza cuando se debe y hacer una pausa en el momento justo, no haciendo una demás para que la gente crea que eras bueno. Me hizo recodar que esta web nació para mostrar el amor al club, por las vivencias, por las anécdotas, las tristezas y glorias. Pero sobre todo con un lenguaje simple para el hincha y no para el ego del autor. Y la imagen destacada no es mi mejor foto en el estadio y es un selfie que lo tomaron sin avisarme. Pero es la foto con mi mejor amigo, es la foto de dos hinchas aliancistas felices en la tribuna Sur con la bandera de Alianza Lima de fondo. Es Alianza Lima ganándole a los brasileros que ahora luego de la derrota dicen que pusieron su equipo alterno.
¡Jefferson Farfán por su mamacita!
La Foquita Farfán debe ser uno de los últimos ídolos de barrio. Esos de los cuales jugaban descalzos y con la justa comían. Esos ídolos que su mamá fue padre y madre para ellos. Ya que hay un padre ausente que abandono a la familia por una cobardía de afrontar la responsabilidad de mantener a una familia. Donde Rosario Guadalupe o más conocida como doña Charo, la mamá de Jefferson Farfán, trabajaba como bailarina de un elenco de música afroperuana en las noches en Surco. Regresaba a su casa en Villa el Salvador o como le dice Jefferson con cariño “Villa Salvaje”. Y luego lo llevaba a los partidos en la mañana de Deportivo Municipal, donde en ese momento jugaba Jefferson y tenían que despertarla de lo cansada que estaba para que celebre los goles de su hijo. En esa casa hecha de triplay y calamina, que por las lluvias tenían que estar moviéndose de una esquina a otra dentro de la casa, cuando había lluvias. Donde todo faltaba, pero el talento de un niño en un arenal con arcos improvisados pateando a la pelota sobraba. Tal vez en esa casa se pudo acabar un sueño, pero el empuje y amor de una madre puede más que las adversidades. Con la llegada de Jefferson Farfán a Alianza en su época juvenil se acabaron “veces si a veces no” en torno a la comida. Se acabaron el televisor a blanco negro que se tenía cambiar el canal con un alicate y las caminatas a oscuras en un arenal en cada apagón. Con cada gol llego un nuevo electrodoméstico como premio de los dirigentes y un departamento en Surco el cual dio el club Alianza Lima a Dona Charo y a su hijo. Todos sabemos la historia del éxito del diez de la calle como luego se le conoció a Jefferson Farfán jugando en Europa y en la selección. Pero pocos saben el esfuerzo de Rosario Guadalupe para sacar sola a un hijo, apunta de esfuerzo y corazón. Sin Dona Charo no podría existir La Foquita. Y esta entrada es para celebrar a todas las madres que nunca se rindieron y tuvieron más huevos que muchos padres, que lo único de padre que tienen es el nombre. Por eso, como dijo el relator futbolístico Daniel Peredo que en paz descanse «Jefferson Farfan por su mamacita» Derechos de imagen: https://elpopular.pe/espectaculos/nacionales/2023/09/14/jefferson-farfan-orgulloso-su-madre-dona-charo-ver-tu-mama-feliz-tiene-precio-476546 Información: https://www.youtube.com/watch?v=hUx_5w-4gxU
Ya llegué a Matute… ¿Y ahora qué?
Querido hincha ya llegaste a Matute, primero definiremos cuáles son las entradas a cada tribuna para que tomes tus precauciones antes de entrar. Esto es principal para que decidas que rutas tomar antes de ir al estadio. Hacerte recordar también que en todas las tribunas está prohibido el ingreso de alimentos, bebidas alcohólicas, correas, cargadores, encendedores, bengalas, drogas o cualquier objeto punzo cortante. Tribuna Sur El ingreso principal es por la Avenida Isabel La Católica altura de la cuadra 7. Esta es la entrada de la barra más popular de Alianza Lima que es Comando Sur. En esta tribuna por ser la que lleva más barristas es la que más revisión de parte de la Policía tiene. Tribuna Norte El ingreso es por el Jirón Hipólito Unanue altura de la cuadra 10, casi en la parte posterior de Matute. Es la segunda popular después de Sur y la barra de esta tribuna se llama Los Cabezas Azules. En esta tribuna es la que más he ido este año en la etapa de Alianza Lima en la Copa Libertadores Tribuna Oriente El ingreso por el Jirón Abtao altura de cuadra 10, esta es la tribuna en la que más cómodo me siento, también es a las que más veces he ido y a la primera en la que vi un partido de Alianza Lima. A veces se habilita una parte entre norte y oriente, la cual se llama popularmente la “perrera” donde va la hinchada visitante. Normalmente, son para partidos internacionales. Me gusta esta tribuna porque es el lado de donde salen los jugadores a la cancha. Y la barra de esta tribuna se llama Los de Oriente.Tribuna Occidente El ingreso por el Jiron Mendoza Merino, es la única tribuna que tiene asientos numerados. Está dividido entre Occidente central y lateral. Normalmente, van familias que buscan comodidad y tranquilidad. También hay una zona de Palco oficial, donde están los invitados especiales, prensa y directiva. A esta tribuna solo he asistido un par de veces. Y la barra de esta tribuna se llama OccidentAL. Bonustrack: Rooftop 1901 Si ya sabes todos estos datos que te acabo de enseñar o ya eres asiduo al estadio. Te recomiendo ir Rooftop 1901, es una terraza con temática aliancista donde podrás disfrutar las previas al partido y el verdadero sentimiento blanquiazul. Y también podrás disfrutar de una riquísima parilla, cocteles, cerveza y música en vivo. Está ubicado en Evaristo San Cristóbal 780, al frente del Estadio Alejandro Villanueva. Nos vemos pronto en Matute para vivir esta Pasión Blanquiazul. Derechos de imagen: Wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/Estadio_Alejandro_Villanueva#/media/Archivo:Vista_a%C3%A9rea_del_Estadio_Alejandro_Villanueva_20
Mucho stream, poco fútbol. ¡Cómo se extraña a Marquinho!
Hola querido hincha Aliancista, estarás igual de molesto o incómodo por decir poco con las actuaciones del mediocampista Pablo Ceppelini, el cual debe de ser el 10 del equipo victoriano. Pero Ceppelini desapareció luego de una lesión y una suspensión internacional aplicada por la CONMEBOL de 4 meses. El jugador uruguayo ha tenido actuaciones que pasan desapercibido y hasta a veces ha sido reemplazado por Piero Cari, jugador de 17 años de la cantera Aliancista. Lejos de volver al nivel que mostró en los partidos frente a Boca Juniors por la Copa Libertadores. Pablo Ceppelini ha llamado la atención por una denuncia de paternidad en Brasil o por su afición que comparte en redes sociales sobre su faceta gamer. Alejándose de la promesa de tener un 10 extranjero que comande el juego del equipo victoriano. Esto me hizo preguntarme: ¿quién ha sido el mejor “10” extranjero de Alianza Lima? Rápidamente, se me viene a la cabeza el uruguayo Luis Aguiar con su carácter fuerte, sus pases precisos y líder del campeonato del 2017. También me acuerdo del colombiano Johnier Montaño, que tenía una calidad innegable de 10 buena técnica y pase filtrado. Pero su sobrepeso y falencia física hicieron que no terminara de mostrar su mejor versión en Alianza Lima como si lo hizo en Sport Boys. Sin compararlos tanto, cada uno tiene lo suyo por vale la pena volver a verlos. Haciendo memoria, no hay manera de que el hincha aliancista no recuerde los golazos del brasileño Marco Antonio Dos Santos, más conocido como Marquinho. El talentoso mediocampista ofensivo vistió la camiseta blanquiazul en las temporadas 1995, 1997 y 2000, dejando una huella imborrable en la memoria del hincha. Su año más destacado fue 1997, cuando formó parte del equipo que rompió una larga sequía campeonatos y devolvió la gloria Alianza Lima luego de 18 años sin campeonar. Nacido en Porto Alegre y diestro, a veces hacía recordar al Poeta de la Zurda, César Cueto. Pedía siempre la pelota, nunca arrugaba para tener la responsabilidad de llevar el ritmo del equipo y destacaba por esa inteligencia con el balón en los pies. Como Cueto, tenía esa capacidad de jugar tranquilo, manejando los tiempos, casi caminando por la cancha, pero siempre en control. Su fútbol no era de apuro, sino de pausa, cerebral y precisión. Cada vez que Marquinho se ponía frente a un tiro libre ya era “medio gol”. Eso que quedaron grabados en la memoria blanquiazul: en el clásico del 6-3 en 1995 marcó un golazo que todavía se recuerda con pasión, ya que fue con el histórico rival; en el 5-0 contra Melgar en 1997 anotó dos golazos de tiro libre, y en la definición del Clausura en Talara, también en el 97, se hizo un “pepon” de media distancia que ayudó a asegurar el título nacional. Su pegada combinaba precisión y fuerza, esa mezcla que convertía cada balón detenido en una amenaza real. Marquinho era eso: talento, fuerza y precisión. Esa cabeza fría que tenía la capacidad de convertir un balón parado en un grito de gol. Estimado hincha blanquiazul esperemos que Pablo Ceppelini se acuerde jugar más el fútbol, dejar el streaming, dejar los escándalos fuera de la cancha y asumir la responsabilidad de comandar el equipo Aliancista. Acordarse de sus partidos frente a Boca Juniors y dejar de callar a los hinchas en sus estados de redes sociales. Your browser does not support the video tag. Derechos de imágenes: Agencia Blanquiazul en X: https://x.com/agenblanquiazul/status/1591048743021064194 Marquino ofical en X: https://x.com/M10Marquinhoo/status/1247224602520158214?lang=ar Fuentes: Transfermarket Agencia Blanquiazul
De Pepe Vásquez a Warrior
Mi primer acercamiento a la música relacionada con Alianza Lima fue cuando vi en la televisión, por los noventa, a Pepe Vásquez y Lucila Campos cantando Gallo Negro en el programa de La Chola Chabuca. Me impactó bastante ver cómo, con solo un cajón y guitarra, podían armar una fiesta. Yo era niño, no entendía que hablaban de Alianza Lima, pero esa escena quedó grabada en mi cabeza. Años después, ya como hincha, descubrí que esa canción tenía un vínculo fuerte con el club. Después entendí que mi vínculo con Alianza también era visual. Soy fotógrafo, me comunico por lo visual, y la primera vez que fui al estadio fue porque un amigo, el Chino Lock (Hugo Lock), me llevó. Fuimos a Oriente, y desde ahí se veía todo Comando Sur. Esa imagen de gente cantando, saltando, todos vestidos de azul… fue como una fotografía que no se me fue nunca. Y claro, ahí me di cuenta de que no era solo visual. También había sonido, había ritmo, trompetas, bombos y hasta tarolas. No entendía las letras, pero la energía de ese momento, hace 15 años, no se olvida. A la hora de escuchar música, no me fijo en el estilo; solo me dejo llevar por lo que me hace sentir algo o no. Ya conocía lo básico del rap peruano, como Rapper School, donde DJ Deportado hace los beats y Norick y Warrior rapean. Pero no sabía que Warrior era hincha de Alianza Lima y le dedicaba rimas al club. Gracias a él descubrí a otros artistas como Nero Lvigi o Blaximental, que también le rapean a Alianza. Las letras de canciones como Alianza Corazón (Blaximental), Comando Svr (Warrior) y Ciudad de los Reyes (donde aparecen Warrior, Nero Lvigi y Blaximental) mezclan la calle, lo criollo y la identidad blanquiazul. Son parte de una nueva camada de hinchas que está construyendo cultura desde lo musical. Sangre joven que, tal vez inspirados enl gran Nicomedes Santa Cruz, también hincha aliancista, está rimando, contando historias y dejando memoria. Ellos riman del Fokker, de los potrillos que están en la gloria como Baylon, del descenso, del padre que te llevó por primera vez al estadio, sobre el juego quimboso, pero todo desde el rap. Es fuerte, tiene calle, historia, cultura, pero sin dejar la tradición. Derechos de imagen: Youtube Rapper School – La promoción Lunatika https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=Ht9lQQwyLfw
Del Descenso a la Gloria
Alianza Lima descendió en el año 2020, aunque muchos hinchas, cegados por la pasión, no lo acepten. Se perdió en cancha y Alianza Lima termino último en el acumulado del campeonato, aunque luego el TAS falló a favor de Alianza por un proceso administrativo. En el último partido, Alianza Lima, donde estaba obligado a ganar para salvar la categoría, Carlos Ascues, mal apodado «El Patrón», como el gran José Velásquez. Dejó que le gane el egoísmo y, en vez de permitir que otro patee el penal, ya que él estaba lesionado, decidió hacerlo y fallarlo. Cerrando un 2 a 0 frente a Sport Huancayo y sentenciando al equipo al último lugar de tabla del campeonato y por consecuencia al descenso. Ascues tenía todo para ser un destacado en el fútbol: talla, fuerza, pero no de profesionalismo. Prueba de ellos en vez de asumir una postura de respeto a los hinchas de que, después del descenso, salieron unas imágenes donde se le vio tomando alcohol. La actitud de este jugador fue lo que se vivió dentro de la institución Blanquiazul todo el año. Malos manejos directivos pasando por alto compartimientos egoístas de jugadores indisciplinados. Ese nefasto, el 28 de noviembre de 2020, dentro de lo caótico de la pandemia, en vez de sentirme triste, nunca perdí el orgullo por el club; al contrario, fue cuando más me sentí hincha. Jefferson Farfán y Hernán Barcos firmaron por el club al año siguiente, sabiendo que había la posibilidad de que Alianza jugara en segunda. En el caso de Farfán, el diez de calle, uno de los últimos potrillos con sangre Blanquiazul que regresaba al club para sacarlo de un deceso merecido en lo futbolístico pero doloroso para los hinchas. Y Barcos, goleador de diferentes ligas y campeón de la Recopa Sudamericana con LDU de Quito, que a base de goles se ganó a la hinchada victoriana. Alianza campeona en el torneo clausura y llega al play-off junto a Sporting Cristal, que había campeonato el torneo apertura. En el partido de ida, Hernán Barcos marcó un golazo jugando en pared con el Wilmer Aguirre. Un año después del descenso, el 28 de noviembre del 2021, acompañado de mi padre y Joshua, mi mejor amigo y compañero de partidos en Matute. A ver a Alianza sacarse la mochila pesada del descenso en el Estadio Nacional. Mi padre, de 73 años en ese momento, se escapó de la casa como niño, diciendo que se iba a otro lado con tal de ir con nosotros al estadio. Ya que mi mamá no quería que se arriesgara por un equipo, ya que la pandemia por Covid aún estaba en el ambiente. Fue raro entrar a un espacio abierto después de tiempo y ver personas con mascarillas. Nos fuimos directo a la tribuna Norte, pegaditos a Oriente. Comando Sur, la barra popular de Alianza, no tenía sus bombos ni las miles de voces que cantaban como era de costumbre. A falta de ellos, mi padre, Joshua y yo cantábamos «Pongan huevos, huevos aliancistas, pongan huevos que tenemos que ganar». Es algo que repetíamos para que el nerviosismo y la ansiedad no nos ganen. Al costado nuestro había un joven con su madre al lado. Él alentaba con todas las fuerzas que salían de su pulmón. Pero su madre estaba sentada con un rosario entre las manos. Y cerraba los ojos cada vez que había un tiro directo al arco de Ángelo Campo. Tratando de buscar en sus oraciones que ese balón no sea gol. Debajo de nosotros había un niño con autismo y con cierta rigidez en las manos. Tenía una estampita plastificada Señor de los Milagros, que cada cierto tiempo la besaba o se la ponía en la frente. El ese silencio había en la tribuna que mataba la esperanza, la cual se diluía en los miedos más profundos del pueblo blanquiazul. Pero verlos a ellos la señora y el niño, me devolvieron la paz, me devolvieron la fe. El partido terminó sin goles, pero fue suficiente el 1 a 0 de ida. Mi papá, con el cual nunca había ido al estadio, se quitó la mascarilla, gritó un ¡Arriba, Alianza, ¡toda vida! Abrazándose con cualquier extraño igual que yo, sin importar que la pandemia seguía siendo mortal en aquel momento. Hernán Barcos levantó a la Foquita Farfán en hombros, al último ídolo blanquiazul formado en las canteras aliancistas. Y todos los hinchas pudimos agradecerle, con lágrimas en los ojos, por habernos sacado del descenso y habernos llevado de vuelta a la gloria. Sé que esto que escribo siempre va a estar en mi memoria. También sé que mi padre en algún momento va a dejar este mundo. Pero cada vez que recuerde este momento lo haré con una felicidad infinita al mirar al cielo cuando él ya no este. Y como dice Blaximental en su canción Alianza Corazón “Que en la otra vida Dios también me dé al mismo padre, para ser de Alianza otra vez.” Créditos de imagen: ESPN PERÚ https://x.com/ESPNPeru/status/1465083595257786373