Todos cargamos algo. Estrés, dudas, cansancio o cosas que no decimos. A veces, creemos que para sanar necesitamos empezar de cero. Pero ese fin de semana descubrí que a veces solo necesitas desconectarte para conectar contigo, el agua caliente, un poco de altura, y el valor de irte, aunque sea sola. Churín no estaba en mis planes, pero terminó siendo justo lo que necesitaba. Ubicado en la sierra de Lima, a unas 5 horas por carretera, Churín es conocido por sus aguas termales, lo típico. Pero eso no es todo. Lo que encontré ahí fue mucho más que piscinas termales. Un valle que te abraza con neblina en la mañana y silencio en la noche. Un lugar donde el tiempo parece ir más lento y donde el cuerpo, por fin, descansaba. Llegué con una mochila ligera, una casaca gruesa y muchas ganas de desconectar. El viaje es largo, sí, pero el paisaje lo vale. Al llegar, me fui directo a los baños termo-medicinales «El tingo», sumergirme en esas pozas naturales fue como dejar que el agua se llevara todo lo que ya no quería cargar. Sentí una calma profunda, de esas que no puedes forzar. Al día siguiente, visité los baños del complejo Mamahuarmi. En este último, cuenta con una leyenda que ahí estuvo una mujer que luchó por amor, escondida en una cueva, protegida por la montaña. ¿Será cierto? No lo sé. Pero el lugar tiene algo especial. Estar ahí te conecta con una energía distinta. No necesitas entenderlo todo, solo sentirlo. Ese fin de semana en Churín me enseñó que los viajes no siempre tienen que ser a lugares exóticos. A veces, los destinos más curativos están más cerca de lo que creemos. Churín es uno de ellos. No solo te alivia el cuerpo. También el alma. Tips prácticos si te animas a ir a Churín: Churín es uno de esos destinos que parece sencillo, pero que toca el alma. Si estás buscando un viaje para sanar, pensar o simplemente descansar, este es el lugar. No subestimes el poder de una escapada corta. A veces, es todo lo que necesitas para volver como nueva.