Nadie quiere un lienzo en blanco, pero todos hemos sido uno.

Un viaje a través del proceso creativo de la autora y su hermano.

Antes de llegar a un JPG, estuvo el AI, antes del AI estuvo el papel, antes del papel, una idea y antes de la idea, una mente en blanco…

Me gustan los espacios en blanco, por eso les he dejado un gran bloque de él, para que aprendan a apreciarlo, a observarlo, a respirarlo y a vivir con él.

El proceso creativo de cada persona es único y lleno de complejidades estimulantes, pero mi parte favorita de este viaje es cuando puedo ser capáz de no pensar en nada, de experimentar la quietud en mi habitación, cuando toda la mesa está repleta, y yo estoy sentada frente a ella, con los ojos cerrados.

A veces pienso que mi mente es como una rueda con tuercas que da vueltas y vueltas y que yo soy un hámster, o más bien un cuy muy delgado ( porque soy peruana) que corre todo el tiempo tras las ideas, pero así no funciona, no, las ideas no son algo que consigues sino algo que llega a tí.

Le pregunté a Johnny (Nyaborum) cómo hacía él para hacer tanto en tan poco tiempo, pues cuando llegaba a casa después del trabajo, lo veía hacer cualquier otra cosa, menos dibujar. (¡Yo quería que dibujara!) Y a los pocos dias veía su nueva publicación en Webtoon.
Hermano, yo quiero ser una máquina como tú.

”Mi manera de descansar es encender la Play y jugar God of War, dormirme a las 2 am y despertar a las 11, comer toda la comida posible y ver videos de mis youtubers favoritos”.

Me imagino que en esos momentos el artista está dormido y está despierto el hombre, que se ha separado de su arte para ser y dejar de hacer.

Él no estaba haciendo solo nada, él estaba haciendo nada con propósito.

¿Eventos por compromiso?“No gracias: solo se celebra lo que realmente importa”

Cada vez veo más eventos que parecen cumplir una obligación social antes que una celebración real. Bautizos donde nadie se conoce, bodas que parecen pasarelas y cumpleaños planeados solo para Instagram. ¿Qué pasó con celebrar lo que de verdad importa? Un evento debería ser un reflejo del corazón, no del qué dirán. Porque cuando la emoción no es auténtica, todo lo demás se nota.

Las mejores celebraciones que he organizado no fueron las más grandes ni las más lujosas, sino las más honestas. Aquellas en las que la gente ríe con libertad, baila sin protocolos y llora sin miedo. Donde la decoración no compite con el afecto. Quizás es momento de preguntarnos: ¿estamos celebrando por nosotros o para los demás? Un evento con alma vale más que mil con presupuesto.

Quizás es momento de replantear cómo celebramos. No todo evento necesita ser perfecto, pero sí debe sentirse verdadero. Que haya más reuniones con alma y menos fiestas vacías. Desde SOFAR EVENTOS, impulso celebraciones que conectan, que emocionan y que dejan huella. Si alguna vez sentiste que un evento no habló por ti, este blog puede inspirarte a hacerlo distinto. Compártelo con quien lo necesite.

Cuando el cuerpo se rinde, pero el pañuelo NO

Una crónica íntima —con fiebre, competencia y reflexión incluida— sobre toser entre zapateos, bailar con flema y recordar que, a veces, ni el aplauso más fuerte vale más que respirar sin dolor.

La semana pasada caí enfermo. Pasé el Día de la Madre en cama, y el cuerpo ya me venía avisando desde el miércoles: ojos hinchados, malestar general, esa pesadez que se instala sin pedir permiso. Pero uno insiste. Retorné de un viaje por Italia y Estados Unidos, con la maleta llena de historias y el cuerpo —según yo— listo para volver a competir en San Juan de Lurigancho, en el coliseo del Fe y Alegría N.º 25. Tres días de ensayo, una pareja que dudaba si yo hablaba en serio o si solo estaba floreando para librarme del compromiso. Y sí, quizá coqueteaba con otras, pero más pensando en futuros campeonatos.

Volver a ver a los amigos, rivales y familias fue suficiente. Competimos. Cuarto lugar. Un punto del podio. Digno. Salimos contentos. Subimos a la camioneta. Jully, mi reportera, y Antonella, mi fotógrafa, se animaron a comer un pollito a la brasa. Pero antes de llegar a la primera papita frita, Jully ya estaba con fiebre. Dijo: «Creo que no llego». A la semana, me tocó a mí. El famoso “bicho” decidió hacernos recordar lo frágil que puede ser hasta el más “preparado”.

Lo curioso es que no importa cuántos abdominales uno tenga, o cuánto zapateo cardiovascular realice: un virus te puede tumbar sin aviso. Me dolía todo, desde los pelos hasta los pensamientos. Los ojos hinchados, escalofríos de novela, fiebre puntual como el peor ex. ¿Era gripe? ¿Exageración? ¿Karma? Quién sabe. Solo sé que cuando quise entrenar para San Miguel 2025, sentía que me estaban pisando el pecho desde adentro.

Los síntomas me llevaron a leer un poco más allá de lo habitual. La Clínica Mayo recomienda que después de una infección respiratoria como la bronquitis, es vital retomar la actividad física de forma progresiva, enfocándose en ejercicios que estimulen la capacidad pulmonar como caminatas, respiración profunda o incluso danza moderada (sí, hasta eso). Además, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) sugiere mantenerse hidratado y evitar la automedicación excesiva, aunque, seamos honestos, el paracetamol y el jarabe de miel con eucalipto se convierten en religión marinerística cuando la voz no sale y el pecho no da más.

Para los curiosos o los que, como yo, han llegado a la farmacia murmurando con voz nasal, aquí algunos medicamentos de venta libre que ayudan con la gripe y sus variantes: analgésicos como ibuprofeno o paracetamol; antitusivos para controlar la tos seca; expectorantes para soltar lo que sea que vive en el pecho; descongestionantes nasales y antihistamínicos si el combo viene con mocos y estornudos. Lo aprendí a punta de receta y cucharaditas.

Durante el ensayo previo con mi nueva pareja —ya cuando supuestamente me estaba “curando”—, me encontré tosiendo como abuelo en invierno. Respiración entrecortada, ahogo controlado, flema con ritmo. Pero, aun así, hubo algo de alivio. Sudar. Respirar. Forzar con cuidado ese cuerpo que se resiste. La sensación de que, por más golpeado que uno esté, el sudor te devuelve algo de dignidad. Como si el cuerpo dijera: «ok, no estamos bien, pero tampoco muertos».

Esta historia queda como advertencia, pero también como abrazo. Para quien ha bailado con fiebre, para quien ha tenido que mentirle al cuerpo y decirle “vamos, una más”. Porque en este mundo marinerístico, donde todo brilla y suena bonito desde fuera, también hay días en los que uno zapatea con el alma cansada y los bronquios en huelga. Y aunque el pañuelo pese como si llevara plomo, igual se alza. Porque sí, el cuerpo se rinde… pero el pañuelo, no.

EL TREKKING, LA TERAPIA QUE ME SALVÓ

En el verano del año 2023, nuestro hogar se sumergió en una atmósfera tensa y dolorosa. Mi familia se enteró de la terrible noticia de que una tía muy amada y querida por todos estaba enferma. Aun sin saber el porqué, y sin entender lo que estaba sucediendo, todos nos encontrábamos a la expectativa de buscar respuestas y llevándola a distintos médicos.

Marzo nos trajo consigo por fin el diagnóstico, después de tantas indagaciones y hechos dolorosos suscitados a “mami2”, que era como le decía de cariño. La respuesta no fue algo que nos hubiese gustado escuchar, pero ya no se podía hacer nada. La enfermedad avanzaba con fuerza contra mi «mami2», y solo quedaba aceptarlo.

En abril, “mami2” fue intervenida quirúrgicamente. La incertidumbre nos embargaba a todos, estábamos con las manos entrelazadas y con la esperanza de que todo esté bien. Mis padres oraban y mis tías más que nunca se reunían día a día para poder, en conjunto, buscar soluciones, al menos encontrar una esperanza de luz. Finalmente, la cirugía terminó, pero la respuesta del doctor, no fue para nada alentadora. Todos, desde el lugar en el que cada uno estaba aún, no podíamos asimilar, que en menos de dos meses una enfermedad sea tan agresiva como esta y que ya haya ganado casi el 80% de la batalla contra mi “mami2”.

Mayo transcurrió en una extraña sensación de esperanza y desilusión. A pesar de las reuniones familiares, sabíamos muy dentro de nosotros que las noticias posteriores no serían nada alentadoras. La enfermedad estaba ganando y le llevaba mucha ventaja a “mami2” ya casi al 100%. El día que temíamos llegó una tarde del 29 de mayo. “Mami2” había perdido la batalla por completo. Para todos en casa, la vida había cambiado. Fue frustrante y doloroso ver cómo cada uno de nosotros se despedía de quien en vida fue una persona muy importante en la familia.

Los días transcurrieron, pero las reuniones ya no eran las mismas. La vida debía continuar, como todos me decían, pero yo me sentía incapaz. Mis días se hicieron cortos y casi opacos, los trayectos al trabajo se extendían en silenciosos llantos y el horario laboral se pasaba entre recuerdos compartidos con “mami2” y yo. Mis salidas eran momentos silenciosos, donde ni el bullicio a mi alrededor me aturdía, ya que parecía estar metida en un profundo sueño de recuerdos.

Me di cuenta de que, mientras yo me ahogaba en un dolor, la vida continuaba y yo iba viendo la vida pasar sin siquiera poder disfrutarla. Fue entonces cuando decidí viajar. En realidad, nunca viajaba sola, pero lo vi como un desafío necesario. Necesitaba despejar mi mente, tenía que comprender que la vida no se detenía y que “mami2” no hubiera querido verme así.

En agosto, viajé a Huaraz, un lugar precioso y bello. El aire helado de la sierra penetraba mis pulmones, ayudando a aclarar mis pensamientos. La amabilidad y calidez de las personas eran como una sonrisa que apaciguaba mis ganas de llorar. En este viaje pude conocer algo que jamás había escuchado: el “trekking”.

En un inicio creí que simplemente era caminar y sufrir el mal de altura. Sin embargo, al emprender mi primer desafío de trekking, comprendí que era mucho más que solo eso. Mientras ascendía cumbre arriba, miraba animales que me hacían recordar que seguía viva, veía flores bellas, ver, jugar a las mariposas a mi alrededor, abrazaban los recuerdos de mi tía. Ya no lloraba con la misma intensidad; ahora tenía un objetivo claro: alcanzar una hermosa laguna de aguas turquesas o un imponente glaciares.

Los recuerdos de “mami2” me reconfortaban, y mantener mi mente enfocada en la meta me enseñó una valiosa lección: en la vida, el camino hacia lo que anhelamos rara vez es sencillo, especialmente si aspiramos llegar a la cima para contemplar la recompensa de nuestro esfuerzo. Una caminata de seis horas puede parecer que te quita hasta el último aliento, pero valdrá la pena cuando llegues a la cima y puedas disfrutar de ese paisaje único que solo tus pies te permitieron alcanzar. El viento frío en el rostro, el silencio majestuoso de las montañas, la inmensidad del paisaje, ese maravilloso paisaje que solo tú y quienes se atrevan a cumplir ese mismo reto verán.

Perder a mi tía fue un golpe devastador, sentí que «casi pierdo hasta el último aliento». Pero el trekking me mostró que a menudo, cuando sientas que ya no puedes o que hemos llegado al límite de nuestras fuerzas, es cuando realmente podemos dar más. La vida no puede detenerse solo porque te sientes débil. A nuestro alrededor, todas las personas batallamos día a día con diferentes problemas, pero está en nosotros mismos si decidimos estancarnos y nunca “poder ver la cima con tan bellos paisajes” o si decidimos seguir adelante buscando y construyendo un futuro que podamos disfrutar cuando lleguemos a la meta.

El trekking me rescató de ese abismo y me enseñó a ver los problemas como retos. Cuando finalmente alcanzamos la cumbre, la recompensa no es solo el «paisaje», sino esa profunda sensación de felicidad y orgullo de haber logrado llegar hasta a la meta, incluso cuando creíamos desfallecer. En cada trekking que hago, puedo sentir que estoy honrando el recuerdo de “mami2”, encontrando en la naturaleza la paz y la fortaleza para seguir adelante. Tú también puedes encontrar en el turismo de aventura esa fortaleza o paz que necesitas. Anímate a poder descubrir nuevos desafíos.

Mi piel no es perfecta, pero aprendí a cuidarla

Durante años, se nos ha enseñado que una piel bonita es una piel sin granitos, sin manchas, sin textura. Nos han repetido que una piel «perfecta» es sinónimo de éxito, limpieza o incluso belleza. Y, aunque no lo digamos en voz alta, muchas veces terminamos creyéndolo. Yo también lo hice. Hasta que un día mi piel cambió… y conmigo, todo también.

Recuerdo claramente la primera vez que me miré al espejo y no me reconocí. Tenía brotes de acné dolorosos, inflamados y con marcas que no podía ocultar ni con maquillaje. Mi autoestima se desplomó. Evitaba fotos, salidas, y pasaba horas en TikTok viendo rutinas de skincare esperando que alguna fuera mi solución. Probé de todo. Cremas que prometían milagros, consejos que no tenían sentido, hasta recetas caseras peligrosas. Pero nada funcionaba. Me sentía frustrada, perdida y, sobre todo, muy sola.

Con el tiempo, entendí que el problema no era solo mi piel, sino mi relación con ella. Fue entonces cuando decidí informarme, buscar ayuda profesional y entender realmente qué necesitaba mi piel. Descubrí ingredientes, texturas, rutinas… pero sobre todo, descubrí paciencia. Y así nació Breeze. Un espacio donde no solo vendo productos —vendo tranquilidad, conocimiento y amor propio. Porque sé lo que es sentir que tu piel no te representa, y también sé lo liberador que es aprender a cuidarla de verdad.

Este blog no está aquí para decirte qué tienes que usar, ni para mostrarte fotos de «antes y después» irreales. Está aquí para recordarte que no estás sola. Que tu piel no necesita ser perfecta para ser hermosa. Que cuidarte es un acto de amor propio. Y que está bien no tener todas las respuestas… siempre y cuando decidas buscarlas con cariño y con información real.

Así que, si tú también estás en ese momento de tu vida en el que tu piel te hace dudar de ti misma(o), te invito a quedarte. A leer, aprender, cuestionar, y sobre todo, a quererte. Porque aquí, en Breeze, no solo vendemos skincare. Creamos comunidad.