El profesor que me enseñó a no amar

¿Alguna vez te haz enamorado perdidamente de alguien?

Yo también creí que sí.

Por allá por el 2017, yo tenía 20 años. Estaba soltera y enfocada en trabajar, ahorrar dinero para poder retomar el instituto. Estudiaba inglés y trabajaba como teleoperadora en un call center. En un día común entre llamadas, rebates, presión, ventas y estrés laboral, recibí un «Hola» por WhatsApp, que lo cambiaría todo, absolutamente todo.

Era Willy, un viejo amigo de mi último ex. Debo reconocer que a pesar de la relación de muchos años que tuve con su amigo, él siempre me gustó mucho, incluso más que mi ex. Intercambiamos algunos mensajes, y a los dos días me invitó a salir. Sí, el inalcanzable y encantador Willy me invitaba a una cita y yo simplemente no lo podía creer.

Fuimos a desayunar, luego a almorzar y después con su auto me llevó al trabajo. Yo quería que él me diga: No vayas al trabajo, quédate conmigo. ¡Quédate conmigo para siempre!. Entré a mi trabajo feliz, emocionada, contenta, al mismo tiempo triste porque me separaba por unas horas del hombre a quien yo admiraba y de quien me sentía muy atraída desde siempre. ¿Y cómo no hacerlo? Si era el hombre perfecto, soltero, sin hijos, inteligente, culto, sexy, además de ser catedrático, era todo un poeta.

Tenía un carro y un departamento propios, aunque eso para mí , era lo de menos. Tenía otros atributos interesantes, era profesor de Gramática y Literatura en la UPC, tenía un buen sentido del humor, era sarcástico, muy apasionado en lo que hacía, y eso fue lo que verdaderamente me sedujo. No las cosas materiales, porque en ese momento, a mí nada de eso me importaba. Yo era feliz con tan solo verlo, escucharlo, tocarlo, entre otras cosas…

Ese mismo día me volvió a escribir, y me propuso que nos veamos en la noche para dar una caminata y conversar sobre la vida. Yo le conté por qué había terminado con su amigo, y él me narró por qué había terminado una relación de nueve años con su novia y conviviente. La verdad, esa tipa nunca me cayó bien, creo que no hacían buena pareja. Él se veía mejor conmigo, yo a su lado, era todo lo que él necesitaba, o eso quise creer.

Esa misma noche, me preguntó si podía besarme, por supuesto que le dije que sí. Como era de esperarse, nos volvimos inseparables, hablábamos siempre, queríamos vernos a diario, teníamos citas como cualquier pareja, íbamos al cine, a comer, a bailar, podíamos quedarnos hasta altas horas de la madrugada, riéndonos, charlando, dándonos afecto, etc. El solo hecho de pensar que yo nunca le fui indiferente como mujer, me emocionaba al máximo. Había mucha química, mucho fuego, mucha piel. El riesgo de que alguno de nuestros ex nos vea juntos o se entere de lo nuestro aportaba mucha adrenalina a la relación. A veces fantaseábamos recordando el pasado y nos preguntábamos por qué tuvimos que conocernos así, mediante su amigo, mediante mi ex.

En un par de ocasiones, años atrás, salimos los cuatro. Willy con su conviviente, mi ex y yo. Por momentos cruzábamos miradas, él de forma más sutil y yo tratando de que nadie notara mi nerviosismo. Me parecía injusto que hayamos estado mal emparejados por mucho tiempo. Pero el destino se encargó de encaminar las cosas, de modo que resultáramos juntos. Primero le di gracias al universo por eso, pero luego, lo que al inicio parecía una bendición, se convirtió en mi peor pesadilla, en una maldición, que realmente no esperaba ni merecía.

El romance duró cerca de un año. Nunca olvidaré el 2017, fue el mejor y el peor año de mi vida, al menos hasta entonces. Terminamos por estupideces, eso me repetía yo una y mil veces. Pero la realidad es que cuando alguien te deja, tu cerebro trata de encontrar una razón, tu mente busca darte las respuestas que no te dieron. Yo buscaba un culpable, y esa culpable era yo. Me autosaboteé sin darme cuenta, por mucho tiempo.

Toda esa admiración, toda esa fascinación, todo lo bien que me sentía con él poco a poco se fue esfumando, y descubrí que, en verdad, sus chistes, su sarcasmo, sus indirectas, sus frases con pizcas de humor negro, ya no me causaban tanta gracia. Por momentos me sentía menos que él, me sentía inferior, me sentía ridiculizada. No me sentía en paz, estaba llena de inseguridades, no por mí. Yo sabía que era un gran partido, una muchacha decente, sana, trabajadora, de casa, sin vicios y con muchos atributos y cualidades que cualquier hombre valoraría en una buena mujer.

Cada día de nuestra relación, era de felicidad, pasión y deseo. Pero cuando nos despedíamos y apagaba la luz para irme a dormir, las dudas me atormentaban, no estaba convencida de que Willy me quería. Pensaba que yo solo era un pasatiempo, que yo era su paño de lágrimas, que solo era una compañía en la transición de su última larga relación de nueve años que había terminado hace poco y yo era el clavo que saca otro clavo.

Luego de muchas discusiones y una fuerte pelea, él me terminó por mis dudas e inseguridades o eso me dijo. Yo bajé de peso rápidamente, bajé cinco kilos en menos de tres semanas. Mi ropa me quedaba suelta y no tenía hambre, mi apetito se fue, así como se fue el amor de él hacia mí. Tanta rapidez era sospechosa. Dos semanas después, me enteré de que ya tenía una nueva novia. Estaba más que claro, que él venía engañándome con esa, desde tiempo atrás.

Esta chica era un alma libre, una mujer nocturna envuelta en la bohemia y el alcoholismo, resultó ser nada menos que una prostituta. Era menor que yo, pero con muchísima más experiencia, eso era seguro. Incluso tenía un sugar daddy, quien cubría todos sus gastos y los de su familia. ¿Y adivinen qué?, el gran y maravilloso Willy, se convirtió en su amante no oficial. Eso me devastó, ¿saben? Jamás imaginé todo ello de él. Eso quiere decir, que no era tan maravilloso como yo pensaba. Hubiera aceptado con dignidad mi derrota sentimental, si me dejaba por alguien mejor que yo, pero no, no fue así.

Ella era borracha, fiestera, promiscua y con muy mala fama, es decir, todo lo contrario a mí. Aun así, con esa reputación, esta chica loca y desenfrenada, enamoró perdidamente a Willy. Dicen que cada quien tiene lo que se merece, y soy testigo de ello, considero que son tal para cuál. Éramos tan distintas, pues yo nunca le pedí nada, nunca lo condicioné, nunca me puse un precio en la frente. Ahora comprendo que hice mal en ponerle todo en bandeja, sin exigir un mínimo de esfuerzo por parte de él. Yo temía que si le pedía que me apoye en algo, por más mínimo que sea, él pensaría que yo era una interesada. Y yo era todo menos eso.

Ellos vivieron por un tiempo su idilio de «amor», un amor puro y sincero, ¡sí, claro!, sobre todo muy sincero y desinteresado, ja, ja, ja, hicieron una especie de acuerdo. El trato era así: ella pedía todo lo que quería y él se lo daba, así de simple. Willy se convirtió entonces, en su renovado sugar daddy, algo muy conveniente para ella. Este sugar era mucho más joven y guapo que su anterior patrocinador. Él le suplicó que dejara a su anterior viejito billetón, de este modo, él pasaría a una mejor categoría en su larga lista de clientes. Perdón, en su extenso haber de hombres, pasaría de ser su amante a ser su nuevo y oficial proveedor. Todo lo que no me dio a mí en un año, se lo dio a ella en un mes.

El karma hizo lo suyo, la meretriz lo hizo pagar con lágrimas de sangre todo lo que lloré. Ella le fue infiel no una, sino varias veces. Se acostaba con sus mejores amigos, se involucraba con cualquiera, con taxistas y con quien sea, hasta que en una de esas, él la vio con sus propios ojos besándose con su anterior sugar. Hubiera pagado lo que sea, por ver ese momento, se los juro.

Hoy por hoy, ocho años después, pienso firmemente que el amor de pareja es lo último que quisiera en mi vida, ya no es una prioridad para mí, prefiero la tranquilidad, vivir en paz y disfrutar de mi propia compañía. Con la mente en frío puedo decirle a la vida: gracias por esta experiencia, aprendí mucho y me hice más fuerte de lo que alguna vez imaginé, y en parte, todo ello es gracias al profesor que me enseñó a no amar.

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Autor: Joselin Pacheco Sotelo

Estudiante de Ciencias de la Comunicación del 6to ciclo. Tengo 27 años y soy del signo Aries. Mi color favorito es el verde. Amante de la buena vida, los viajes, el buen ceviche, la salsa y los perritos. Tengo una mascota llamada Brandy, es mi compañerita de vida y mi gran amor.

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