EL TREKKING, LA TERAPIA QUE ME SALVÓ

En el verano del año 2023, nuestro hogar se sumergió en una atmósfera tensa y dolorosa. Mi familia se enteró de la terrible noticia de que una tía muy amada y querida por todos estaba enferma. Aun sin saber el porqué, y sin entender lo que estaba sucediendo, todos nos encontrábamos a la expectativa de buscar respuestas y llevándola a distintos médicos.

Marzo nos trajo consigo por fin el diagnóstico, después de tantas indagaciones y hechos dolorosos suscitados a “mami2”, que era como le decía de cariño. La respuesta no fue algo que nos hubiese gustado escuchar, pero ya no se podía hacer nada. La enfermedad avanzaba con fuerza contra mi «mami2», y solo quedaba aceptarlo.

En abril, “mami2” fue intervenida quirúrgicamente. La incertidumbre nos embargaba a todos, estábamos con las manos entrelazadas y con la esperanza de que todo esté bien. Mis padres oraban y mis tías más que nunca se reunían día a día para poder, en conjunto, buscar soluciones, al menos encontrar una esperanza de luz. Finalmente, la cirugía terminó, pero la respuesta del doctor, no fue para nada alentadora. Todos, desde el lugar en el que cada uno estaba aún, no podíamos asimilar, que en menos de dos meses una enfermedad sea tan agresiva como esta y que ya haya ganado casi el 80% de la batalla contra mi “mami2”.

Mayo transcurrió en una extraña sensación de esperanza y desilusión. A pesar de las reuniones familiares, sabíamos muy dentro de nosotros que las noticias posteriores no serían nada alentadoras. La enfermedad estaba ganando y le llevaba mucha ventaja a “mami2” ya casi al 100%. El día que temíamos llegó una tarde del 29 de mayo. “Mami2” había perdido la batalla por completo. Para todos en casa, la vida había cambiado. Fue frustrante y doloroso ver cómo cada uno de nosotros se despedía de quien en vida fue una persona muy importante en la familia.

Los días transcurrieron, pero las reuniones ya no eran las mismas. La vida debía continuar, como todos me decían, pero yo me sentía incapaz. Mis días se hicieron cortos y casi opacos, los trayectos al trabajo se extendían en silenciosos llantos y el horario laboral se pasaba entre recuerdos compartidos con “mami2” y yo. Mis salidas eran momentos silenciosos, donde ni el bullicio a mi alrededor me aturdía, ya que parecía estar metida en un profundo sueño de recuerdos.

Me di cuenta de que, mientras yo me ahogaba en un dolor, la vida continuaba y yo iba viendo la vida pasar sin siquiera poder disfrutarla. Fue entonces cuando decidí viajar. En realidad, nunca viajaba sola, pero lo vi como un desafío necesario. Necesitaba despejar mi mente, tenía que comprender que la vida no se detenía y que “mami2” no hubiera querido verme así.

En agosto, viajé a Huaraz, un lugar precioso y bello. El aire helado de la sierra penetraba mis pulmones, ayudando a aclarar mis pensamientos. La amabilidad y calidez de las personas eran como una sonrisa que apaciguaba mis ganas de llorar. En este viaje pude conocer algo que jamás había escuchado: el “trekking”.

En un inicio creí que simplemente era caminar y sufrir el mal de altura. Sin embargo, al emprender mi primer desafío de trekking, comprendí que era mucho más que solo eso. Mientras ascendía cumbre arriba, miraba animales que me hacían recordar que seguía viva, veía flores bellas, ver, jugar a las mariposas a mi alrededor, abrazaban los recuerdos de mi tía. Ya no lloraba con la misma intensidad; ahora tenía un objetivo claro: alcanzar una hermosa laguna de aguas turquesas o un imponente glaciares.

Los recuerdos de “mami2” me reconfortaban, y mantener mi mente enfocada en la meta me enseñó una valiosa lección: en la vida, el camino hacia lo que anhelamos rara vez es sencillo, especialmente si aspiramos llegar a la cima para contemplar la recompensa de nuestro esfuerzo. Una caminata de seis horas puede parecer que te quita hasta el último aliento, pero valdrá la pena cuando llegues a la cima y puedas disfrutar de ese paisaje único que solo tus pies te permitieron alcanzar. El viento frío en el rostro, el silencio majestuoso de las montañas, la inmensidad del paisaje, ese maravilloso paisaje que solo tú y quienes se atrevan a cumplir ese mismo reto verán.

Perder a mi tía fue un golpe devastador, sentí que «casi pierdo hasta el último aliento». Pero el trekking me mostró que a menudo, cuando sientas que ya no puedes o que hemos llegado al límite de nuestras fuerzas, es cuando realmente podemos dar más. La vida no puede detenerse solo porque te sientes débil. A nuestro alrededor, todas las personas batallamos día a día con diferentes problemas, pero está en nosotros mismos si decidimos estancarnos y nunca “poder ver la cima con tan bellos paisajes” o si decidimos seguir adelante buscando y construyendo un futuro que podamos disfrutar cuando lleguemos a la meta.

El trekking me rescató de ese abismo y me enseñó a ver los problemas como retos. Cuando finalmente alcanzamos la cumbre, la recompensa no es solo el «paisaje», sino esa profunda sensación de felicidad y orgullo de haber logrado llegar hasta a la meta, incluso cuando creíamos desfallecer. En cada trekking que hago, puedo sentir que estoy honrando el recuerdo de “mami2”, encontrando en la naturaleza la paz y la fortaleza para seguir adelante. Tú también puedes encontrar en el turismo de aventura esa fortaleza o paz que necesitas. Anímate a poder descubrir nuevos desafíos.

Autor: Soledad Villavicencio Palomino

Soy estudiante de comunicación y estoy realmente entusiasmada con todo lo que aprendo. Algo que me atrae especialmente es la redacción. Sueño con convertirme en una gran redactora y poder contar historias que conecten con la gente.

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